Son tantas las familias de todo el país que acuden a nosotros buscando desesperadamente un diagnóstico y una solución a los problemas constructivos de su casa, que nos decidimos a escribir estas historias de terror. El título tal vez lo reputes por sensacionalista, pero no te apresures a juzgar, que cuando hayas leído las experiencias de estas familias verás que realmente son historias de terror; que en esto no valen los eufemismos.
Nuestra intención es evitar que te pase. Tu mejor defensa es estar informado y educado, para que cuentes con un mejor criterio para elegir con conocimiento. No queremos que te conviertas en otra historia de terror. Tampoco pretendemos acusar los errores de los demás, porque nadie es infalible y todos, absolutamente todos, nos equivocamos (nosotros también), aunque nos cueste aceptarlo y reconocerlo. Pero seamos claros en esto, una cosa es una omisión que se perdona, porque ¿quién hay que nunca se equivoque?, y otra muy diferente es ser negligente.
Nos afligen los sueños rotos y esperanzas truncas de familias que con el esfuerzo de una vida sufren una experiencia amarga y lamentable. Y lo peor, muchas veces los defectos no tienen reparación posible. Humildemente, queremos contar sus historias, para que podamos aprender y no repetirlas.
Hoy te traemos la historia de Juan, de Tandil.
Escribe Juan Báez
Un día como cualquier otro, suena mi celular y veo que la llamada es de un contacto agendado, pero no recordaba quién era. Atiendo y del otro lado escucho una voz quebrada, llena de impotencia y angustia. Era Juan (por privacidad omitimos su apellido), a quien habíamos hecho una ingeniería de detalle. Algo más de un año había pasado desde nuestro último contacto, y por esto se me había caído de la memoria. Supuse que el llamado se debía a alguna duda con respecto al cálculo estructural, pero grande sería mi sorpresa al saber que la casa ya estaba construida, pero que tenía tantos y tan graves defectos constructivos, que Juan ya había perdido la esperanza de poder, no digo solucionarlos, sino diagnosticarlos en primer lugar. Tras algunos tibios intentos, el constructor no había podido resolverlos, y el arquitecto... el arquitecto estaba desaparecido. Juan me describía toda la situación, agitadamente, y las palabras "juicio" y "abogado" se escuchaban tan seguido como las palabras "filtraciones", "fisuras" y otros tantos insultos que no puedo reproducir acá.
En fin, la cosa es que le pedí a Juan que me enviara fotos y videos de la casa. No se hizo rogar y en menos de un minuto, como metralla, recibí un spam de mensajes con fotos y largos textos. Los errores eran patentes. Constructivamemte, la casa presenta grandes desafíos: techos ocultos, terrazas transitables, balcones, voladizos, que requieren, exigen una mano de obra muy calificada y especializada. Aquí algunas de las fotos que recibí.
Hace poco le pregunté a Juan qué había pasado, si había podido resolver los problemas que tenía su casa. Tristemente me dijo que se había resignado y que la tenía a la venta. En el tono de su voz se acusaba una amargura y una impotencia difíciles de describir. Habían pereginado por su casa varios constructores y otros tantos arquitectos que intentaron solucionar las filtraciones, pero sin éxito. Algunas pudieron reparar, pero otras, nunca acertaron a descubrir por dónde podían venir.
Ojalá todo mejore para Juan. Y con esto concluimos esta nueva historia de terror.
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